
Samuel nos dijo durante al menos dos años, a diario y varias veces en el transcurso del día, las innumerables cosas que quería ser. De verdad; no exagero. Lo digo aún con asombro. Yo lo escuchaba, me reía, y más tarde volvía con una nueva ocurrencia, dicha con una seriedad que no dejaba lugar a dudas sobre su determinación.